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¿Por qué aparece la frustración en los adolescentes?

By 21 junio, 2021Adolescentes
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Quizás hayas oído alguna vez la expresión “tener baja tolerancia a la frustración”. O tal vez has escuchado a alguien decir de otra persona: “este no aguanta nada”, “no soporta el más mínimo contratiempo”, o “se ahoga en un vaso de agua”.

La frustración no es más que el estado emocional que aparece en el individuo al ver bloqueada la consecución de un objetivo. Por ejemplo, cualquiera de nosotros puede frustrarse al pasar toda la tarde buscando en casa un papel importante y no encontrarlo, cuando por más que tratamos de reparar un aparato no lo conseguimos o vamos con toda la ilusión del mundo a comprarnos algo y la tienda está cerrada.

Para muchas personas, situaciones como las anteriores no han de suponer un excesivo problema, pues pronto canalizan su frustración hacia otros objetivos y terminan por olvidarse del asunto. Sin embargo, hay otras en las que dicho estado emocional resulta difícil de aliviar, llegando incluso a desembocar en conductas agresivas.

Veamos por qué ocurre esto, y si necesitas un poco más de ayuda, contacta con nosotros hoy mismo.

¿La frustración siempre conduce a la agresión?

Según la teoría de la frustración-agresión, cualquier impedimento relacionado con la consecución de una meta, lleva a la agresividad. Así, siempre estaría precedida por un estado de frustración. Esta podrá ser autodirigida (provocarse lesiones, darse golpes…) o bien dirigida hacia los otros (insultar, empujar…)

Aunque esta explicación tuvo en sus inicios gran aceptación, no explicaba por qué había ocasiones en las que la agresividad no seguía a un estado de frustración. Tampoco por qué muchas veces la misma no termina en agresión.

La depresión en la adolescencia

Para solucionar el problema, se planteó otra alternativa. Parece ser que cuando nos sentimos frustrados, se produce en nuestro organismo un estado de activación emocional llamado ira u hostilidad. Al suceder esto, de algún modo nos preparamos para emitir una respuesta agresiva, aunque puede no darse. Así, estaríamos hablando de tres fases en la respuesta agresiva:

  • acontecimiento desencadenante
  • ira/hostilidad
  • agresión.

Si somos capaces de detener la cadena en el segundo eslabón, podemos no hacernos o provocar daño a nadie.

Sin embargo, hay que considerar un aspecto. El hecho de estar sometidos continuamente a estados de ira u hostilidad, se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares e incluso con el cáncer. Esto ocurre porque se activan una serie de hormonas en nuestro organismo, como el cortisol. De hecho, varios estudios apuntan a que es esa represión de la ira la que podría desencadenar a largo plazo en problemas de salud.

Entonces nos preguntamos: ¿es mejor agredir? La respuesta no está clara. Parece que lo más apropiado es expresar nuestro malestar de la forma más relajada y asertiva posible, sin tragarnos el enfado. No obstante, lo más interesante sería tratar de minimizar al máximo ese estado de hostilidad, utilizando estrategias cognitivas que nos permitan aceptar que las cosas no siempre saldrán como uno quiere.

¿Qué ocurre en la adolescencia?

Es importante mencionar que la adolescencia es un período en el cual es muy frecuente el planteamiento de metas de distintos tipos, desde aprobar un examen hasta ganar un partido de fútbol. Por eso, si estos objetivos no se logran, es frecuente que se generen estados de frustración que pueden desencadenar la ira, y más tarde la agresión.

Por otra parte, el hecho de que esta sea la etapa en la cual más energía tiene la persona y más fuerte se encuentra, no es de extrañar que esa violencia termine apareciendo si no le ponemos remedio.

Aquí cabe mencionar que si el adolescente es capaz de entender que no siempre conseguirá lo que desea, esto le predispondrá a no pasarlo tan mal cuando ocurra. En este factor juega un papel fundamental la educación de los padres, así como el asesoramiento que puedan dar educadores, profesores, psicólogos etc.).

La rebeldía del adolescente

Si aun así no es posible evitar la frustración, sería bueno que el adolescente fuese capaz de no llegar a la fase de ira u hostilidad. Podría utilizar una serie de autoinstrucciones aprendidas que le ayudasen (“la próxima vez lo conseguiré”, “no pasa nada por no lograr esto hoy”, “las derrotas son parte de la vida”, etc.)

En resumen, aunque la frustración forma parte esencial de la vida y muchas veces es inevitable, siempre podremos aprender fórmulas que permitan manejarla mejor. Si logramos dar rienda suelta a esa energía de una forma no agresiva ni dañina estaremos además previniendo futuras enfermedades.

¿Hablamos?

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