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El apego en la familia

By 8 febrero, 2021Adicción, Familias
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Las conductas de apego son necesarias para la supervivencia de cualquier especie. Si alguna vez hemos visto a “mamá pato” con una hilera de patitos detrás, es el apego lo que explica que esto suceda. De no existir este elemento, no se daría esa proximidad y cercanía entre los animales, y muchos de esos patitos acabarían muriendo ante cualquier amenaza. En el ser humano ocurre lo mismo.

Cuando hablamos de ello, nos referimos al vínculo afectivo que se establece entre dos individuos, el cual proporciona seguridad y protección. Una de sus características principales es su gran intensidad y su duración. Como norma general, se da desde los hijos hacia sus padres, aunque puede ocurrir en muchas otras situaciones e incluso tener un carácter bidireccional.

En los primeros meses de vida, el bebé establece un apego enorme hacia sus figuras paternales, especialmente hacia la madre. Este elemento le lleva a buscarla, a necesitar sentirla cerca, como una especie de imán que garantice la satisfacción de sus necesidades. Conforme el bebé crece, gran parte de ese apego se mantiene, con la salvedad de que cambia de forma. Llegado este momento, el vínculo ya no es tan extremo, de manera que el niño comienza a ser capaz de explorar su entorno por sí solo y no necesita la constante presencia de sus cuidadores, o al menos no tan de cerca.

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Tipos de apego

Es importante saber que el apego no siempre se presenta de la misma forma ni duración. Además, dependiendo de la clase, el desarrollo del niño hacia la figura adulta será más o menos saludable.

Veamos los tipos principales:

  • Apego seguro: este es el más importante y más recomendado de todos. Ocurre cuando el niño percibe una sensación de incondicionalidad hacia su cuidador principal. Sabe que, aunque se aleje, seguirá ahí. En definitiva, que no le fallará. En los diferentes estudios acerca del apego, un ejemplo del seguro sería cuando el niño explora una habitación de gran tamaño y va alejándose poco a poco de su padre/madre para encontrar nuevos estímulos. De vez en cuando, busca con la mirada a su cuidador, pero rápidamente vuelve a explorar.
  • Apego evitativo: se da en el momento en el que el pequeño siente que no puede contar con la figura de sus cuidadores. Estos se muestran fríos y distantes con él, y no le proporcionan el afecto que necesita. El futuro de los niños que lo padecen suele estar lleno de lagunas emocionales, y acaban experimentando la desagradable sensación de que quienes deberían amarte son los que más daño pueden hacerte.
  • Apego ambivalente o ansioso: como su propio nombre indica, este aparece cuando las figuras principales del pequeño se muestran inconsistentes con él. Dicho de otra manera, unas veces actúan de forma cariñosa y agradable y otras se muestran fríos, distantes e incluso invasivos. El resultado no es difícil de imaginar: total falta de claridad acerca del mundo, sin saber qué tipo de respuesta van a encontrar en cada momento. La consecuencia principal es la desconfianza y el recelo.
  • Apego desorganizado: este ocurre cuando el niño se ve sometido a un claro maltrato por parte de sus figuras parentales. De esta forma, el sufrimiento está garantizado, en cuanto que el pequeño se encuentra ante la incómoda realidad de ver que son sus propios padres los que le hacen daño. Este es quizá el peor de todos, ya que el malestar que experimenta el niño tiende a generalizarse al resto de personas con las que se relaciona.

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Un elemento clave

No resulta muy difícil llegar a la conclusión de que el apego bien construido es fundamental para el adecuado desarrollo emocional de la persona, también en el caso de que haya una adicción. Las consecuencias a largo plazo de un apego inadecuado pueden ser muy graves, y en él está el origen de muchos de los trastornos que estos niños experimentan al llegar a adultos. Así, por ejemplo, un apego ambivalente o desorganizado está detrás de muchas conductas adictivas o trastornos de ansiedad.

Desde Fromm Bienestar nos gustaría romper una lanza en favor de una educación sana hacia nuestros hijos. Establecer un buen vínculo con ellos hoy es garantía de calidad de vida en futuro. Da el máximo para que así sea.

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