Hoy en día existen casi tantos tipos de familia distintos como personas que la conforman. Aunque tradicionalmente se ha venido defendiendo la idea de que la “normal” estaba formada por un hombre, una mujer y sus hijos, esta concepción se ha visto modificada en la actualidad de muy diversas maneras.
Ahora, no es raro encontrar a familias compuestas por una pareja homosexual, ya sea de hombres o mujeres, otras conformadas por padres o madres solteros/as, algunas con hijos adoptivos y también en las que la unidad familiar no cuenta con descendientes. En cualquier caso, y aunque cada cual con sus peculiaridades, la variedad es enorme.
¿Es mejor un tipo de familia que otro?
Muchas personas piensan que una familia que se aleje de lo considerado “normal” está en riesgo de fracasar. Así, los defensores del modelo tradicional, creen que los hijos de parejas homosexuales, por ejemplo, no podrán crecer sanos física y emocionalmente al existir las carencias de uno u otro de los progenitores.
Se han llevado a cabo muchos estudios para valorar el nivel de desarrollo de niños y niñas pertenecientes a distintos tipos de unidad familiar (parejas homosexuales y monoparentales principalmente). Los resultados parecen ser bastante concluyentes: el nivel de felicidad y estabilidad emocional de sus hijos no es inferior al de aquellos criados en un ambiente tradicional. De esta forma, podemos concluir que en la crianza estarían influyendo una serie de factores más relevantes que el simple modelo de persona en cuestión.
¿Qué es lo que de verdad importa?
Si nos atenemos a cualquiera de los modelos mencionados antes que cuenten con descendientes, parecen haberse encontrado dos elementos esenciales en la educación de los niños que nada tienen que ver con la condición sexual o social de la persona que eduque: el afecto y la seguridad.
Aquellos pequeños criados en un ambiente en el que el cariño haya estado presente de forma sana (ni en exceso ni en defecto), tienen más probabilidades de desarrollar una adecuada estabilidad emocional en el futuro. Por lo tanto, no importa si este afecto lo aporta una madre soltera, una pareja gay o una heterosexual.
El otro de los elementos relevantes es la sensación de seguridad. Como sabemos, los niños son muy sensibles a las condiciones ambientales en las que se crían. Si perciben un clima de calidez, tranquilidad y amor en el ambiente, contarán con muchas papeletas para crecer sanos. Igual que en el párrafo anterior, aquí tampoco hay incidencia en cuanto al modelo familiar al que nos refiramos.
¿Qué ocurre con las personas que deciden no tener hijos?
Lamentablemente existen muchos casos en los que la sociedad censura y mira con malos ojos a los padres o madres solteras. En especial, son estas últimas las que pueden llegar a ser muy criticadas, al ser consideradas egoístas o haber perdido su instinto maternal.
Con respecto a este asunto, no podemos olvidar una verdad importante: decidimos qué hacer con nuestra vida. Por ello, es lícito que cada persona elija libremente cómo vivirla, y aquí entra la decisión de tener o no hijos.
Por poner un ejemplo, hay muchas personas que prefieren adoptar. Creen mejor dar cobijo a niños que viven una situación difícil.
También puede darse el caso de personas que eligen no traerlos porque han tenido una existencia complicada y no quieren que sus hijos la tengan también. Piensan que somos demasiados en el mundo y que la vida en general cuenta con tintes negativos.
Sea cual sea el motivo, se trata de personas que del mismo modo pueden ser felices en sus relaciones sociales, y contar con amigos que les haga sentirse plenos. Es por ello por lo que sería bueno que todos aquellos que sienten rechazo hicieran un ejercicio de tolerancia.
En resumen, lo más importante en cuanto a la familia y a sus tipos es quizá que exista una armonía entre sus miembros. Si las relaciones son saludables y se desprende una sensación de amor, no parece importar demasiado de cuántas o de qué tipo de personas estemos hablando.
