Uno de los grandes interrogantes de nuestros días está en si el ser humano, o al menos una gran mayoría, tiene codicia por naturaleza. Lo que sí parece claro es que, por regla general, los deseos de obtener cada vez más dinero, más poder y más prestigio son una realidad muy presente en nuestras vidas.
Cuando nos detenemos a analizar este hecho, nos encontramos con la profunda sensación de vacío que muchas personas experimentan y que tratan de llenar a través del dinero, la ropa, la comida o incluso las drogas. Lo negativo de todo este asunto lo constituye el hecho de que el alivio ante esa incómoda sensación suele ser solo temporal, y con rapidez volvemos a necesitar más para dejar de sentirnos mal.
¿Qué ocurre con la codicia?
En una sociedad en la que se nos ha enseñado que el que más tiene es el que más vale y al que más hay que halagar, no es extraño que a veces hasta sin darnos cuenta nos veamos sumidos en la necesidad creada de aumentar nuestro pequeño imperio. Así, una casa más grande, un coche mejor o una ropa de marca parece ser sinónimo de éxito, inteligencia, buen juicio y toda una serie de adjetivos dignos de admiración.
No olvidemos la importancia del efecto halo, que por desgracia muchas veces es innegable. Según este atribuimos características a personas del mismo signo a partir de una sola que es la que nos llama la atención: “Si va bien vestido seguro que es inteligente, agradable, cariñoso, etc.”
El problema de este asunto tiene que ver con que muchos de nosotros acabamos siendo esclavos de esos juicios externos. Es decir, de algún modo interiorizamos que tener más, ser más y mostrarlo es importante para ser aceptados. Esto acaba haciendo que muchos de nuestros comportamientos estén orientados hacia la acumulación y la demostración de poder ante los demás.
Pero, ¿hasta qué punto todo es esto cierto?
¿De verdad vale más el que más posee?
La famosa frase “no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita” quizá represente en gran medida a la realidad. Los budistas afirman que la razón de ser del sufrimiento está en el deseo, por lo que a mayor dificultad para controlarlos o, simplemente, cuantas más necesidades creadas, sufrimos más.
Tratando de responder a la pregunta anterior, es plausible decir que aquel que más tiene en realidad podría acabar sufriendo más. Esto sucede porque su apego e identificación con lo material será mayor, y cuando ocurra lo inevitable (perder lo que tiene) la sensación de malestar aumentará.
Habilidades sociales y adicciones: ¿qué relación hay entre ellas?
Lo que no podemos negar es que todo ser humano posee unas necesidades básicas que son incuestionables, por lo general dos: amor y alimento. Al cubrirlas, lo lógico es sentirse completo y feliz. Entonces, ¿por qué no siempre ocurre así? ¿Por qué muchas personas siguen sintiéndose infelices?
Quizá aquí entren en juego todos los aprendizajes que hemos vivido de nuestro alrededor. De alguna forma se nos ha enseñado a que hay que ser más que el otro, tener más que los demás, pisotear si se puede y presumir. Parece como si lo afectivo no fuera suficiente, y esto hace que no seamos capaces de dejarnos llenar por ello.
¿Puedo ser más feliz?
Si eres capaz de darte cuenta de que te encuentras sumido en una espiral en la que te has vuelto esclavo de lo material, que hay codicia en tu vida, el primer paso es aceptarlo. La cuestión aquí tendrá que ver con el hecho de aprender a disfrutar de las pequeñas cosas, de las personas que te rodean, saber apreciar su compañía y su cariño, sin que nada de esto tenga que ver con el tener más o menos.
Por otro lado, has de ser tú mismo el que seas capaz de valorarte por quien realmente eres. Lo que verdad cuenta no es lo que tienes, sino lo que das. No es la ropa que posees, es la que compartes.
Por suerte, siempre nos quedará el consuelo de que hay personas que no se dejan llevar por los hilos de la codicia y que tratan de reflexionar acerca de lo que es importante en la vida: compartir. Anímate a unirte a ellas. Podemos ayudarte en Fromm Bienestar.
